La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido el suicidio como un acto intencionado de provocarse la muerte con resultado fatal o letal3. Existe cierto consenso en considerar el suicidio a lo largo de un proceso o continuo de menor a mayor severidad que incluiría los pensamientos de muerte o ideación suicida, la planificación suicida, la tentativa de suicidio y el suicidio consumado. La conducta o comportamiento suicida sería el término utilizado para englobar este conjunto de comportamientos. Podemos denominar ideación suicida a los pensamientos o cogniciones de muerte por suicidio; planificación suicida a la programación del método y/o del procedimiento para llevar a cabo la conducta suicida; la tentativa o intento de suicidio haría referencia al aquel acto con resultado no fatal (aunque potencialmente lesivo) en el que concurre evidencia implícita/explícita de la intención de autoprovocarse la muerte4.
La conducta suicida es un problema de salud pública a nivel mundial. Se ha estimado que aproximadamente 800.000 personas al año mueren en el mundo por suicidio, lo que representa una tasa de mortalidad estandarizada por edad de 10,5 por 100.000 habitantes (1,4% de la mortalidad a nivel mundial)3,5.
La conducta suicida puede aparecer a lo largo del ciclo vital, siendo la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años a nivel mundial.
Se ha estimado que por cada muerte por suicidio habría 20 tentativas de suicidio. El suicidio y el intento de suicidio ocasionan terribles consecuencias no solo para el propio individuo sino para sus familiares, amigos y la sociedad en general. Por ejemplo, en Estados Unidos, se ha estimado en 70 billones de dólares anuales los costes médicos y de pérdidas de productividad laboral asociados a la conducta suicida6. Según el Global Burden of Disease, el suicidio se encuentra entre las 10 principales causas de años potenciales de vida perdidos (APVP) estandarizados por edad en diversas áreas de Europa (Occidental, Central y Europa del Este), Asia Central, Australasia, Sur de América Latina, el Caribe y América del Norte, representando el 2,2% del total de años de vida perdidos a nivel mundial7.
En España, en 2017 murieron 3679 personas por suicidio, representando una tasa de suicidio de 7,7 por 100.000 habitantes8 [1,1% del total de Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVAD) a nivel mundial]9. Cataluña registró una tasa de suicidio inferior de 6,6 por 100.000 habitantes; sin embargo, el suicidio y las autolesiones representan, tanto en los hombres como en mujeres, la tercera principal causa de muerte prematura (con una media de 24 y 21,8 APVP, respectivamente)10,11
El suicidio y el intento de suicidio constituyen un fenómeno de comportamiento complejo que puede ser determinado por la combinación de múltiples factores de orígenes muy diversos - biológicos, psicológicos, sociales, culturales o ambientales (p. ej., problemas de salud mental, abuso de sustancias, privación socioeconómica, dificultad para recibir tratamiento médico adecuado, etc.). En las últimas décadas de investigación se ha intentado discernir la posible combinación de factores que conducen al suicidio dando lugar a múltiples teorías sobre el suicidio. Sin embargo, estas teorías a menudo carecen de evidencia empírica y no logran converger en un paradigma final.
Dadas la actual disponibilidad de gran cantidad de datos a nivel individual y poblacional y los avances tecnológicos, varios grupos de investigación ya están usando nuevas técnicas de análisis dentro del campo de la ciencia de datos, por ejemplo, algoritmos de machine learning. Estas técnicas permiten analizar mayores volúmenes de datos, relaciones más complejas entre las variables o crear modelos más completos, con más interacciones, entre otros. Juntamente con los registros públicos de datos permitirán avanzar en la investigación científica sobre el suicidio y, de esta forma, fundamentar la futura práctica clínica y de prevención de la conducta suicida basada en la evidencia.